¿Y tú eres hijo de quien o eres dueño de qué…?

por, Randy Chávez





Hombres y mujeres de muchas partes de Venezuela -y del mundo- tienen la "manía" de valorar a los demás por lo que materialmente puedan poseer.  Aquello “de cuánto tienes, cuanto vales”, es una regla de vida para unos tantos, que, por algún motivo, no pueden apreciar a la “persona”, tal cual persona, sino a las “cosas de las personas”.  Hay una especie de culto al que tiene más, materialmente hablando.  


Estos "maniáticos" tienen la percepción de que si “Pedro Pérez” tiene un (o más) vehículo de año, vive en determinada zona, bebe cierto tipo de licor, su vestimenta es de marcas internacionales …y puede gastar importantes sumas de dinero en objetos y actividades “placenteras”, entonces Pedro Pérez, es más respetable y merece mayor valoración que “José Pérez”, porque este anda a pie o en un carro del año de tanananá, vive en un barrio, si acaso bebe cerveza, la ropa que usa la compra a los buhoneros …y el sueldo apenas si le alcanza para cubrir, parcialmente, la canasta básica.


En ese mismo tenor hay sitios “públicos” en los cuales lo que vale realmente no es si tienes o no dinero para pagar lo que vas a consumir en ese momento, sino quién eres tú, cuál es tu negocio o en qué parte eres jefe.  De igual modo, hay oficinas gubernamentales, entidades bancarias, centros hospitalarios e incluso departamentos policiales, en los cuales el personal le da un trato distinto a unas personas que a otras, por el simple hecho de que unos pertenecen a los billetúos de la ciudad, y los otros son unos “patas en el suelo”.  


Recientemente pude observar un caso que pudiera ejemplificar lo que estoy diciendo: me encontraba tramitando un documento en cierto ente estatal y llegó al sitio un joven que, sin hacer la odiosa cola, caminó hasta la taquilla y le dijo al funcionario que necesitaba ser atendido rápido, porque tenía una urgencia. Quienes allí nos encontrábamos le hicimos saber tanto al recién llegado como al funcionario de la taquilla que estábamos en la fila desde hacía rato esperando turno y que también teníamos urgencia.  Viendo la "protesta", el funcionario le informó saber a este muchacho que debía hacer la colita como todos los presentes; pero el chico se molestó e inmediatamente se alejó un par de metros e hizo una llamada telefónica y, en menos de un minuto, un señor, que supongo era un “jefe”, salió de donde estaba y le dijo a su subalterno, con tono de reproche:


- ¿Tú no sabes de quién es hijo éste muchacho...! Hazme el favor y lo atiendes ipso facto.



El dinero, el buen perfume, el vehículo de año y la casa glamurosa son COSAS que no podríamos catalogar como buenas o malas; son simplemente COSAS materiales que te pueden facilitar la vida en un sentido, pero que no hacen más ni menos al que las posee.  Hay personas en este mundo que lo único que tienen es mucha plata.


"Soy tan pobre que lo único que tengo es dinero”; según dijo antes de morir la, entonces, multimillonaria Cristina Onassis, heredera de la fortuna del magnate griego Aristóteles Onassis. Esa frase, además de interesante, representa una verdad lapidaria que refleja la condición de muchas personas. Hay otros que son pobres, no porque les escasea el dinero, sino porque sus acciones, la mala intención, la falta de educación..., los delatan como tal.


De qué sirve el dinero, si no tenemos modales. Para qué queremos una nave espacial, si andamos en la calle excediendo los niveles de velocidad permitido y zigzagueando de la más manera más irresponsable al manejar, por ejemplo.


Los valores humanos tienen, a criterio de quien escribe, mayor peso que las cosas materiales.  Honestidad, lealtad, sinceridad, buen humor, responsabilidad en el trabajo, sentido del buen ciudadano…son algunas de las cualidades universales de cada hombre y cada mujer que van a determinar su verdadera riqueza: la espiritual.  Un carro, 20 carros, fortunas en dinero, joyas, empresas, teléfonos de última generación; no ayudan en nada a fortalecer ni a fomentar los valores humanos; aunque si los tenemos pudiesen convertirse en una bendición para nosotros. Si tengo un vehículo último modelo, porque trabajando pude adquirirlo o porque alguien me lo regaló y yo, en lugar de darle un uso de conformidad con las leyes y el sentido común, pongo en riesgo la vida de otros, lejos de ser una bendición ese carro representa una amenaza para los habitantes de la ciudad, para mi familia y para mí mismo.


Obviamente que las bondades del desarrollo, bien utilizadas, nos ayudan en buena medida a resolver muchas situaciones de la vida cotidiana; sin embargo, no es igual querer vivir a la moda a vivir sumergido en un enfermizo snobismo…, pero eso es harina de otro costal.


Si tienes muchos bienes materiales, bien; si no los tienes, también.  


Tienes empresa, okey; eres obrero en una, ok too.


Compraste un auto, chévere; compraste una carretilla, felicitaciones.  


Bebes güisqui 18 años, perfecto; bebes miche barato, dale. 


Eres el hijo del dueño de…, qué bueno; tu papá es un obrero o empleado en tal sitio, excelente.


Lo importante no es lo que tienes, sino lo que eres.  Si alguien te endiosa por tus bienes materiales, no te lo creas, pues, el día que no tengas nada, esos mismos que te adulaban y te hacían sentir poderoso (a) te "castigarán" cuando, a su criterio, ya no estés en el puesto en cual les hacías favores o no tienes los juguetes que te hacían brillar de simpatía y belleza.


 



“Después no digan que el tiempo es malo”.GOYA.

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